domingo, mayo 22, 2005

Diálogos surrealistas II: taxidermia

Yo: ¿Relleno la botella?

Mariluz: Tengo una llena

Yo: ¿Tienes una hiena?

Mariluz: Sí.

Yo: ¿¿Una hiena disecada??

Mariluz: ¡No!

Manu: Yo tengo una raya disecada

Natalia: ¿¿Que tienes una rata??


También oído ayer:

Voy a quemar el retrete –Natalia dixit-

Pasárselo tan bien debe de estar prohibido....

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viernes, mayo 20, 2005

Lo ha vuelto a hacer

Example

Una melodía sugerente, delicada, sensual, caprichosa que me sopla en el oído, se instala plácidamente en mi mente y reclama una continua atención, la dedicación que sabe merecerse.

Una canción que sabe que no voy a negarme, que me tienta, se me insinúa y me seduce sin ninguna dificultad, rindiéndome sin remedio a los encantos de está música que flota sin límites en el espacio.

Una voz provocativa, que me llama, me susurra, que exige que le conceda la solicitud y el cuidado al que está habituada, que desea que de mis labios salga la palabra “sublime” y me provoca para que así sea.

Y yo ni quiero ni puedo decir que no.... porque otra vez estoy fuera del mundo.


Radio, play my favourite song: Verandi. Björk.

Nota mental: ya va siendo hora de hacer algo con los 11 gigas de música que tengo en el ordenador, no vaya a ser que se me rebelen.


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miércoles, mayo 18, 2005

Requiem for a dream

Hacía mucho tiempo que algo no me impresionaba tanto como esta película. Parece mentira que sólo dure una hora y media. La música (Clint Mansell y Kronos Quartet) es increíble, se repite incesantemente en servicio de un montaje ágil, casi vertiginoso.

Cuatro vidas, dos historias paralelas y puñado de sueños que se convierten en pesadillas de las de verdad: grotescas, patéticas, sin salida. Infiernos en vida. Víctimas de una sociedad enferma. Locura, delirio, drogas, arrepentimiento, desengaño, humillación, soledad, dolor, sufrimiento, sexo, traición.

Imposible reprimir la náusea.




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viernes, mayo 13, 2005

A veces pasa

De pronto aparece. Es como un hormigueo que ocupa la parte inferior del hueco donde se posa el corazón y que después se extiende hasta la boca del estómago como unas cosquillas siniestras. O tal vez al revés. Veo sólo una espalda, un océano, un avión, un fajo de billetes, una nuca, unos auriculares, una poderosa sonrisa, un mapa del mundo, un centenar de libros, unas manos, una ciudad infinita, tal vez... no veo más.

Y, sin embargo, aparece, se agarra a mi ánimo y no lo suelta. Es como un cáncer que me pudre, como un punzón que se clava en mi tarde, en mi mañana o en mi noche y las hiere de muerte. Alrededor de mi voluntad se pasean entonces a sus anchas, uno detrás de otro, todos los animales de carroña que la mente conoce: el miedo, la agonía, los celos, la ira, los disfraces, las dudas, la crueldad, la desconfianza, el recelo, la sospecha, la crispación, las mentiras, la ansiedad, el sarcasmo, la incertidumbre, los temores, la angustia. Dan vueltas y juegan al corro de la patata en torno a un puñado de recuerdos dolorosos. Soplan con malicia sobre mis ojos un polvo grisáceo que me ciega y que escuece como alcohol sobre un arañazo recién hecho. Son demonios que manchan el cielo del atardecer más hermoso, que se clavan en mi alegría como una espina en el dedo.

Y ya no se van, se quedan dentro de mi pecho hasta que se cansan y deciden marcharse. Después me apago: me tranquilizo, me calmo, me olvido, me sosiego, me apaciguo, me aplaco, me aquieto. Me apago. Hasta la próxima vez.

Et de longs corbillards, sans tambours ni musique
défilent lentement dans mon âme ; l’Espoir
vaincu, pleure, et l’Angoisse atroce, despotique,
sur mon crâne incliné plante son drapeau noir.


Radio, play my favourite song: Salvapantallas. Jorge Drexler.

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lunes, mayo 09, 2005

Insomnio

En los momentos en los que más necesito descansar, mi cuerpo se rebela y se tensa para no dejarme conciliar el sueño. Gustosamente atendería a sus reivindicaciones si supiera en qué consisten. Se obceca tanto que ni ovejitas, ni la mente en blanco, ni los ejercicios de relajación. Me quedo mirando el techo y dando vueltas como si fuera las agujas de un reloj: boca arriba, a la izquierda, boca abajo, a la derecha y de nuevo boca arriba. Y ya ha pasado otra hora.

Miro de reojo los números rojos de mi despertador y cuento las horas: la una, las dos, las tres, las cuatro, las cinco... Al final me desespero y le doy la vuelta al reloj para no poder seguir viéndolo. Leo, pienso, me levanto, escucho música, me acaricio el ombligo, me proyecto, cierro los ojos, los abro. No leo, no pienso, no me levanto, no escucho música, no me acaricio el ombligo, no me proyecto, no cierro los ojos, no los abro. Da igual, nada sirve de nada.

Todo esto viene de lejos. Cuando era pequeña mi madre me acompañaba todos los días a la cama y se despedía de mí con los típicos rituales sin los cuales no podía acostarme. Desde que cerraba tras de sí la puerta de mi cuarto, mi objetivo consistía en dormirme antes que ella, pero no solía conseguirlo. Oía cómo volvía al cuarto de estar y seguía viendo un buen rato la tele o leyendo el periódico, cómo quitaba la mesa, cómo iba al cuarto de baño y se lavaba los dientes, y cómo se dirigía hacia su cuarto para acostarse. Entonces, la luz que entraba por la rendija de mi puerta se apagaba por fin y la cama se zambullía en sombra, y yo me quedaba dando vueltas como las agujas de un reloj. Por lo menos ahora ya no tengo miedo...


Radio, play my favourite song: In my heart. Moby.

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domingo, mayo 08, 2005

No quiero más leche

Me pregunto en qué momento y de qué manera hay cosas que cambian para siempre, de manera irremediable. Cosas que nunca vuelven a ser igual. Por qué en un momento decidí que la leche fría me gustaba más y nunca volví a calentármela. O por qué llegó el día en que ya no quería que me rascaran la espalda, sino que prefería que me la acariciaran con la yema de los dedos.

Me pregunto por qué nunca hemos vuelto a hablar como solíamos hacerlo, y más aún, por qué tengo la certeza de que nunca volveremos a hacerlo. Llevamos tanto tiempo tan lejos... a veces ni siquiera me da pena. Al fin y al cabo, tampoco echo de menos la leche caliente ni que me rasquen la espalda.

Ayer aprendí que existe una planta que cura la indecisión... la pócima que he esperado toda la vida. El remedio que nos podría curar a todos.


Oído antes de ayer:

- Y, por fin, cuando ya llevaba el puntillo, conseguí armarme de valor y le hablé de los micro créditos. No sabía lo que eran... definitivamente, ese tío no es para mí.


Radio, play my favourite song: Ciudadano A. Iván Ferreiro.

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