viernes, mayo 13, 2005

A veces pasa

De pronto aparece. Es como un hormigueo que ocupa la parte inferior del hueco donde se posa el corazón y que después se extiende hasta la boca del estómago como unas cosquillas siniestras. O tal vez al revés. Veo sólo una espalda, un océano, un avión, un fajo de billetes, una nuca, unos auriculares, una poderosa sonrisa, un mapa del mundo, un centenar de libros, unas manos, una ciudad infinita, tal vez... no veo más.

Y, sin embargo, aparece, se agarra a mi ánimo y no lo suelta. Es como un cáncer que me pudre, como un punzón que se clava en mi tarde, en mi mañana o en mi noche y las hiere de muerte. Alrededor de mi voluntad se pasean entonces a sus anchas, uno detrás de otro, todos los animales de carroña que la mente conoce: el miedo, la agonía, los celos, la ira, los disfraces, las dudas, la crueldad, la desconfianza, el recelo, la sospecha, la crispación, las mentiras, la ansiedad, el sarcasmo, la incertidumbre, los temores, la angustia. Dan vueltas y juegan al corro de la patata en torno a un puñado de recuerdos dolorosos. Soplan con malicia sobre mis ojos un polvo grisáceo que me ciega y que escuece como alcohol sobre un arañazo recién hecho. Son demonios que manchan el cielo del atardecer más hermoso, que se clavan en mi alegría como una espina en el dedo.

Y ya no se van, se quedan dentro de mi pecho hasta que se cansan y deciden marcharse. Después me apago: me tranquilizo, me calmo, me olvido, me sosiego, me apaciguo, me aplaco, me aquieto. Me apago. Hasta la próxima vez.

Et de longs corbillards, sans tambours ni musique
défilent lentement dans mon âme ; l’Espoir
vaincu, pleure, et l’Angoisse atroce, despotique,
sur mon crâne incliné plante son drapeau noir.


Radio, play my favourite song: Salvapantallas. Jorge Drexler.

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