sábado, agosto 14, 2004

Ni Otto el piloto, ni el Barón Rojo...

Conduzco una avioneta antigua, de esas viejas y destartaladas que salen en pelis que nunca he visto y que tienen arena del desierto de Gobi entre los entresijos secretos del motor. Cuando aterrice en algún lugar, me dedicaré a inventar historias que rocen mi ombligo y me acaricien el cuello con una manifiesta incertidumbre, como las hojas de un árbol cuando tiemblan y tienen miedo.

En mi avioneta huyo de unos malos, que en realidad, no son tan malos como parece, pero mi avioneta, vieja y destartalada, es buena conmigo y me va a transportar en el tiempo con suavidad, como si viajase en una mecedora con cojines verdes y blancos. Cuando aterrice en algún lugar, me dedicaré a hacer una lista de miedos y otra de deseos, para intercambiarlos y confundirlos. Por delante y por detrás, tris trás.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...


Radio, play my favourite song: Weeping rock, rock. Múm.

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