martes, diciembre 07, 2004

Mejor Berlín

Te prometo que alguna otra vez volveremos a Berlín. Te cogeré la mano debajo de la Puerta de Brandemburgo, para que veas lo fea que es comparada con la que una vez tú dibujaste en la mesa del instituto. Y discutiremos (sí, discutiremos) como discutí yo este verano sobre si el que la bandera de un país tenga el color negro es un mal o un buen presagio; sobre si habríamos de augurarle por ello un glorioso o un miserable porvenir.

Cogeremos un perfecto tren germánico, y cruzaremos la ciudad entre túneles, espiando la geometría de una arquitectura de escaleras que pronto dejamos atrás. Iremos al metro de Alexanderplatz a comer helados enormes con sirope por encima, y a saludar a la chica que los sirve en simpático y torpe español. Con la ayuda de tu mirada de miel y con el impulso de mis piernas de limón saldremos a la superficie por fin: dando vueltas en patines frente al Rathaus rojo, oriente y occidente, los cuatro ríos, Alicia y Marco, neptuno y su tridente, el sol quemándome el corazón, la risa ahogada, vértigo en un tobogán gigante y blanco, la revolución socialista alrededor del mundo, las ruinas gigantes de una vida pasada, Marx, Engels y Papá Noel, los calcetines mojados y los pies en la fuente, el germen de mi deseo en el olvido, las horas alrededor del mundo: La Paz, Ankara, Roma, Varsovia, La Habana, Nueva Delhi, Washington, México DF, Moscú, Tokio, Dublín, Argel, Berlín...




Radio, play my favourite song:
Lara’s castle. Yann Tiersen (BSO Goodbye, Lenin!)


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